Del porqué engordamos de varias formas, su sentido biológico.
La obesidad y el sobrepeso, que actualmente representan una pandemia en el mundo industrializado, fueron en la evolución del hombre un verdadero salvavidas, para mantener la especie humana hasta la actualidad.
Solo nos basta saber que nuestros bebes tienen la mayor cantidad de grasa corporal (14% del peso corporal) frente a un 3% del resto de los primates. Se estima que un bebe recién nacido de 3.000g tiene 450g de grasa corporal, distribuida preferentemente subcutáneamente. Se han propuesto varias teorías a este fenómeno:
· Que actuaría como aislante térmico, ante la ausencia de pelo corporal.
· Que sean residuos del pasado evolutivo de especies de mamíferos acuáticos.
· Que actúe como reservorio energético durante los primeros días antes de la lactancia.
De hecho se sabe que la energía de reserva es fundamental para el desarrollo del cerebro del bebé. Además el metabolismo energético del cerebro de los humanos representa cerca del 20% del metabolismo corporal, comparativamente sería de sólo el 10% en los primates cercanos, y así sucesivamente en la escala evolutiva.
La evolución humana que nos ha permitido adaptarnos, desde cuando habitábamos en la sabana y los bosques tropicales a zonas más difíciles climatológicamente hablando, mediante cambios en la fisiología que duran hasta nuestros tiempos, pueden ser ahora superflúos para nuestro entorno.
La mujer en los primeros homínidos se adaptó a circunstancias extremas poniendo en marcha un mecanismo llamado “insulinorresistencia” que permitía que el nivel de la insulina subiera favoreciendo el acúmulo del excedente energético en su cuerpo a través del aumento de la grasa corporal, ello le permitiría continuar nutriendo a la prole y no morir de inanición, en situaciones de hambruna.
La evolución hizo que los depósitos de grasa corporal, se situaran en zonas perfectamente compatibles con la deambulación y el hábito de los primeros homínidos. De manera, que por determinación genética se acumulaba la grasa en la zona glúteo-femoral especialmente en las mujeres, definiéndose en medicina como Morfología Ginoide. La situación de la grasa en el periodo fértil en la zona abdominal no era fisiológicamente interesante, pues estos acúmulos podían entorpecer el embarazo. De hecho la morfología genoide, se la compara con la forma de pera, en cambio a la morfología androide, se le atribuye la forma de manzana.
De hecho las Venus que invocan la procreación en la época del Paleolítico reflejan morfología típicamente ginoidea, con grandes caderas y grandes mamas, que llamaban a la fertilidad y aseguraban la descendencia de la especie.
Estos patrones morfológicos siguen presentes en nuestra sociedad, especialmente en la población mediterránea, que junto con Oriente medio, son la cuna de los primeros homínidos (Homo ergaster, Homo erectus) que migraron desde África al resto del mundo.
El rol de la silueta corporal cobró otro enfoque con el desarrollo de la civilización y la agricultura. La mujer presenta una silueta más estilizada, para evidenciar su belleza y sensualidad como podemos ver ya en las esculturas del Mundo Antiguo (Nefertari, 1550 a C), asi como en el arte helénico, romano o incluso en el asiático ( Bajorrelieve Bailarina, Khajuraho, Madhya Pradesh, India, siglo X). De esta manera la silueta corporal del hombre y la mujer, hasta nuestro días, es un elemento bello, que se cuida y realza su armonía.
Sin olvidarnos de la función evolucionista de éstos acúmulos, hemos de saber que la morfología ginoidea, en la mujer con peso corporal algo elevado, representa menos riesgo para la salud (diabetes, dislipemia, Hipertensión, arteriosclerosis – Síndrome Metabólico) que la morfología androidea, o de grasa localizada centralmente (perímetro abdominal) y tendencia a la grasa profunda o visceral, más frecuente en el hombre.
Por ello, tenemos a nuestra disposición una serie de Índices (BMI – Body Mass Index, BAI – Body Adiposity Index, perímetros (cintura, caderas)) y análisis (peso corporal, BIA – Bioelectrical Impedance Analysis, RMN – Resonancia Magnética Nuclear) que nos permitirán conocer nuestro grado de obesidad, para ver en qué medida podemos modelar el cuerpo.
Modelar el cuerpo según los cánones de la armonía y la belleza está a nuestro alcance desde hace mas de dos lustros, y más recientemente con la era de la medicina ultrasónica, nos permite acercarnos más aun a nuestros ideales.
Dr. Xavier Armengou
Referencias
“El Mono Obeso” autor Jose Enrique Campillo Álvarez, Ed. Critica
“Síndrome metabólico” autor Antonio Becerra Fernández, Ed. Línea de Comunicación
“Adipose tissue in human infancy and childhood: an evolutionary perspective” C. W. Kuzawa, Yearbook of Physical Anthropology, 41,1998.
Del porqué engordamos de varias formas, su sentido biológico.
La obesidad y el sobrepeso, que actualmente representan una pandemia en el mundo industrializado, fueron en la evolución del hombre un verdadero salvavidas, para mantener la especie humana hasta la actualidad.
Solo nos basta saber que nuestros bebes tienen la mayor cantidad de grasa corporal (14% del peso corporal) frente a un 3% del resto de los primates. Se estima que un bebe recién nacido de 3.000g tiene 450g de grasa corporal, distribuida preferentemente subcutáneamente. Se han propuesto varias teorías a este fenómeno:
· Que actuaría como aislante térmico, ante la ausencia de pelo corporal.
· Que sean residuos del pasado evolutivo de especies de mamíferos acuáticos.
· Que actúe como reservorio energético durante los primeros días antes de la lactancia.
De hecho se sabe que la energía de reserva es fundamental para el desarrollo del cerebro del bebé. Además el metabolismo energético del cerebro de los humanos representa cerca del 20% del metabolismo corporal, comparativamente sería de sólo el 10% en los primates cercanos, y así sucesivamente en la escala evolutiva.
La evolución humana que nos ha permitido adaptarnos, desde cuando habitábamos en la sabana y los bosques tropicales a zonas más difíciles climatológicamente hablando, mediante cambios en la fisiología que duran hasta nuestros tiempos, pueden ser ahora superflúos para nuestro entorno.
La mujer en los primeros homínidos se adaptó a circunstancias extremas poniendo en marcha un mecanismo llamado “insulinorresistencia” que permitía que el nivel de la insulina subiera favoreciendo el acúmulo del excedente energético en su cuerpo a través del aumento de la grasa corporal, ello le permitiría continuar nutriendo a la prole y no morir de inanición, en situaciones de hambruna.
La evolución hizo que los depósitos de grasa corporal, se situaran en zonas perfectamente compatibles con la deambulación y el hábito de los primeros homínidos. De manera, que por determinación genética se acumulaba la grasa en la zona glúteo-femoral especialmente en las mujeres, definiéndose en medicina como Morfología Ginoide. La situación de la grasa en el periodo fértil en la zona abdominal no era fisiológicamente interesante, pues estos acúmulos podían entorpecer el embarazo. De hecho la morfología genoide, se la compara con la forma de pera, en cambio a la morfología androide, se le atribuye la forma de manzana.
De hecho las Venus que invocan la procreación en la época del Paleolítico reflejan morfología típicamente ginoidea, con grandes caderas y grandes mamas, que llamaban a la fertilidad y aseguraban la descendencia de la especie.
Estos patrones morfológicos siguen presentes en nuestra sociedad, especialmente en la población mediterránea, que junto con Oriente medio, son la cuna de los primeros homínidos (Homo ergaster, Homo erectus) que migraron desde África al resto del mundo.
El rol de la silueta corporal cobró otro enfoque con el desarrollo de la civilización y la agricultura. La mujer presenta una silueta más estilizada, para evidenciar su belleza y sensualidad como podemos ver ya en las esculturas del Mundo Antiguo (Nefertari, 1550 a C), asi como en el arte helénico, romano o incluso en el asiático ( Bajorrelieve Bailarina, Khajuraho, Madhya Pradesh, India, siglo X). De esta manera la silueta corporal del hombre y la mujer, hasta nuestro días, es un elemento bello, que se cuida y realza su armonía.
Sin olvidarnos de la función evolucionista de éstos acúmulos, hemos de saber que la morfología ginoidea, en la mujer con peso corporal algo elevado, representa menos riesgo para la salud (diabetes, dislipemia, Hipertensión, arteriosclerosis – Síndrome Metabólico) que la morfología androidea, o de grasa localizada centralmente (perímetro abdominal) y tendencia a la grasa profunda o visceral, más frecuente en el hombre.
Por ello, tenemos a nuestra disposición una serie de Índices (BMI – Body Mass Index, BAI – Body Adiposity Index, perímetros (cintura, caderas)) y análisis (peso corporal, BIA – Bioelectrical Impedance Analysis, RMN – Resonancia Magnética Nuclear) que nos permitirán conocer nuestro grado de obesidad, para ver en qué medida podemos modelar el cuerpo.
Modelar el cuerpo según los cánones de la armonía y la belleza está a nuestro alcance desde hace mas de dos lustros, y más recientemente con la era de la medicina ultrasónica, nos permite acercarnos más aun a nuestros ideales.
Dr. Xavier Armengou
Referencias
“El Mono Obeso” autor Jose Enrique Campillo Álvarez, Ed. Critica
“Síndrome metabólico” autor Antonio Becerra Fernández, Ed. Línea de Comunicación
“Adipose tissue in human infancy and childhood: an evolutionary perspective” C. W. Kuzawa, Yearbook of Physical Anthropology, 41,1998.